viernes, 19 de julio de 2013

Rapsodia sobre un tema de Paganini, 18ª variación, Serguéi Rajmáninov




Buenas y gordas a todos, ¿qué tal el verano? Ya ha pasado un mes y pico desde mi última entrada y ya tocaba volver a darle vida a la sección clásica de Rockrítico. Esta vez, en concreto, enfocándome en un compositor que me ha solicitado muchísimo Spartan George. Y la verdad es que el chico tiene muy buen gusto y no he podido negarme. Así que, con vuestro permiso, nos vestimos de gala para recibir al gran Serguéi Rajmáninov, el virtuoso, el monstruo, el genio ruso que deslumbró a caballo de los siglos XIX y XX y que se convirtió, probablemente, en el último gran compositor romántico de la historia de la música. Sus obras provocan sentimientos tan complejos como maravillosos, a veces de controversia, y le han convertido por méritos propios en uno de los intérpretes del piano más grandes de todos los tiempos. 


Como virtuoso del piano, Rajmáninov admiraba mucho a uno del violín. A uno cuya sola mención provoca una sonrisa: Nicolo Paganini. De hecho, en su honor, Serguéi escribió diversas rapsodias basadas en las obras del italiano y que posteriormente se convirtieron en buen ejemplo de su buen hacer a la hora de componer. La más famosa de ellas es la 18ª variación, la obra que nos ocupa hoy y que estoy seguro que disfrutaréis tanto como yo. Como un regalo caído del cielo.

Las variaciones, como casi todas las composiciones de Rajmáninov, se basaban en conciertos para piano y orquesta. En este caso, la mecánica de la pieza no puede ser más simple: se basa en un tema que se repite varias veces y que ocupa todo el grueso de la melodía. Una melodía inmortal, hermosa y pura, que ya ha pasado a la Historia y que es muy difícil quitarse de la cabeza. La magia que reside en ella es la expresividad, la emotividad y la técnica exquisita que se entremezclan y que se lo ponen muy difícil al intérprete. Es un auténtico desafío que exige un dominio pleno del instrumento y una fusión absoluta con la obra, casi como queriendo catarla, saborearla, acariciarla. La pieza debe tocarse del modo más romántico y sentido posible o, de lo contrario, pierde toda su magia. Una magia que Rajmáninov nos ha legado y que podemos disfrutar a día de hoy, gracias a un estilo en el que el tiempo de la música se adecua al del intérprete, que retarda, cambia la forma y la textura de las notas a su antojo, haciendo más flexible y abierta la melodía. 

Primeramente el tema es interpretado únicamente por el piano, pero lo mejor viene cuando lo toca la orquesta. Sigo pensándolo desde la primera vez que la escuché: jamás se ha podido hacer algo tan maravilloso a la hora de conjugar piano y orquesta. Explicarlo con palabras sobra. Lo mejor es escucharlo y dar gracias al cielo a la madre de Rajmáninov por parirlo. El tema alcanza su momento cumbre cuando tanto orquesta como piano alcanzan la máxima intensidad. Es entonces cuando te parece tocar las estrellas y sientes que el mundo es un lugar mejor. El final, por otra parte, es el colofón perfecto: la melodía se vuelve cada vez más pesante y opaca, pero no pierde un ápice de sentimiento. El sonido se hace cada vez más pequeño, la orquesta ha desaparecido y el piano se enfrenta en solitario a la desaparición de la música, tenue, suave, cuidada y minuciosamente estudiada para desembocar en una conclusión maravillosa y deliciosa. Y yo pregunto: ¿cómo leñes puede embutirse tanta magia en apenas 3 minutos? Los genios pueden. Serguéi puede. Ahí lo dejo.

Y esto ha sido sólo un pequeño ejemplo de lo que es capaz nuestro compositor de hoy. A lo largo de los años en los que he estudiado en el Conservatorio, todo pianista con el que he trasnochado siempre ha tenido clara su primera opción a la hora de escuchar música en el MP3: "Sí, Chopin, Schubert, Beethoven, Mozart, vaya monstruos. Pero este hombre... sus obras tienen algo demasiado distinto y especial que las hace únicas". Tienen razón. Rajmáninov es único. Y su legado también. Inimitable, difícil de tocar pero extremadamente agradable al oído. Entiendo muy bien a Spartan George, y espero que su deseo se vea cumplido con este breve pero completo análisis sobre una joyita digna de vinilo. Y al resto, si no lo conocíais, es un buen momento de descubrir al gran Serguéi. No tardará en ganarse vuestro corazoncito. Doy fe.

Valoración: ETERNA

Related Posts

3 comentarios:

  1. He tardado en comentarte, pero... bueno, vale más nosequé que nunca, así que aquí estoy.

    Perfecto. El análisis, la rapsodia y el monstruo que era Rachmaninov. Todo es perfecto. Por cosas como esta está en mi top 3 de compositores de música clásica.

    Gracias por haber comentado esta joya, caribú :)

    ResponderEliminar
  2. Por cierto... ¿No te parece una pieza bastante del estilo de las que compone Hisaishi (el compositor habitual de Ghibli)?

    Y he aquí la obra que verdaderamente me encandila del maestro, ya que estamos:

    http://www.youtube.com/watch?v=UTohYK96DlQ

    ResponderEliminar
  3. Hombre, hombre, hombre... es que lo que tanto te gusta es uno de sus conciertos más famosos, si no el que más. Piano encandilador, orquesta rebosante, pura magia. Una maravilla. Y la verdad es que su música pegaría perfectamente con cualquier peli de Miyazaki. Por no decir que quedaría perfecta, cojones. ¡Gracias por comentar! :)

    ResponderEliminar